¿Creíamos poder parar la fuerza de la naturaleza?

Las calles vacías y solo algunos coches camino a sus trabajos se veían por la ciudad. Junto a algunos coches policiales evitando que algunas personas se saltasen el código de alerta. 

Las calles estaban desoladas, los primeros negocios en cerrar fueron las pequeñas empresas. Tan solo quedaron los negocios que suministraban productos alimenticios y productos de primera necesidad. Dichos establecimientos quedaban abiertos exponiéndose a ser contagiados por el temido “COVID-19”, solo, tan solo, para que el resto de personas tuviesen las necesidades básicas cubiertas en casa. 

Las calles cada vez eran más tristes, desoladoras, solo iluminadas por aquellas personas que sacaban a sus mascotas no más de veinte minutos para que hiciesen sus necesidades. 

Todas las personas se vestían de gris, el mismo tono que el color del cielo, manifestando de esta manera su tristeza. Junto a España y otros países europeos, se fueron sumando mas países a esta crisis sanitaria, hasta llegar a tener proporciones mundiales, algo que comenzó inicialmente en China. 
Tan tristes y apenadas como aquellos profesionales que tenían que salir de sus hogares para ayudar a cientos de personas a salvar sus vidas, los cuales fueron agradecidos entre los vecinos con unos segundos de aplausos a las 20:00h de cada tarde. El mejor momento de todo el día, donde los vecinos se manifestaban con aplausos a todos aquellos que podían estar en peligro por salvar vidas. Aplausos llenos de euforia y alegría. 

En este tiempo de confinamiento y de pandemia, los animales pudieron tener una vida más tranquila. Pasaron a dejar atrás el periodo de hibernación para entrar en calor con la estación de la primavera, sin ser molestados por la raza humana. 
Los aires, mares y tierras, tuvieron su espacio de libertad frente a las contaminaciones, ya que los medios de transporte estaban pausados, salvo aquellas personas que si tenían que ejercer su labor profesional. 
El mundo se depuró un poco de contaminación y los animales pudieron reproducirse de manera favorable. 
El mundo por fin había logrado descansar. 

Nadie puede parar el curso de la naturaleza. 




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